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das Mystische 2.1

Construir es habitar

Construir es habitar GUGGENHEIM MUSEUM BILBAO. Kjeld Kjeldsen, Louisiana Museum.

Vicente Verdú, a propósito de la Bienal de Arquitectura de Venecia:

A fuerza de abocarse nuestro tiempo a la pantalla, la realidad virtual se ha abocado sobre nuestras vidas. Las comunidades virtuales en la Red prestándose información, compañía y emociones han metamorfoseado los contenidos de la experiencia actual. Y lo mismo pasa en el diseño y la arquitectura. El computer program CAD y sus variantes han transformado la moda, los coches y los muebles como el Catia a la manera de proyectar. Los edificios parecen a veces una partida de entregas orgánicas pero no son propiamente orgánicos sino informáticos, aunque en los primeros ensayos de Arata Isozaki (palacio San Jordi) o los recientes de Foster (el falo londinense, el "testículo de cristal" municipal), Paul Andreu ("intestino" hundido de la pasarela en Charles de Gaulle) o Renzo Piano (abdomen para el Parque de la Música en Roma) se definan así.

En un rincón de mi pequeña terraza, hundida en la tierra negra de un macetero colgante, crece la primera cosecha de pimientos y guindillas, extraña y orgullosa, alimentada por el sol de agosto. No son éstas las únicas flores alternativas de mi jardín urbano; en otro macetero cercano también reposan ramitas de perejil y olorosas matas de hierbabuena. Los apenas 50 metros cuadrados de mi vivienda están muy lejos de los efectos especiales que denuncia Verdú en su artículo. Mi bloque pertenece más bien a los proyectos de almacenamiento de masas perpetrados a mediados de los años 60 y, aunque en él predomina la línea recta, el peso y el soporte, la estructura y la envoltura, el equilibrio y lo real, está a años luz de parecerse ni de lejos a un conjunto definido de casas.

Porque lo real/real hace tiempo que está desacreditado y, como se ve en los documentales o en los reality shows, se ha convertido en espectáculo de representación. Es lo mismo que ocurre ahora en la arquitectura y que la Bienal refleja.

Pero, a diferencia de los edificios retratados por Verdú, mi bloque es real, quizás incluso demasiado real. La palabra arquitectura puede ser buscada en el lugar destinado a las Bellas Artes, pero también, qué duda cabe, en los artículos de uso general dedicados al negocio. A pesar de todo, en un rincón perdido de mi pequeña terraza, crecen los pimientos, las guindillas, perejil y hierbabuena. Cuando penetramos en la vivienda chocamos con mucha facilidad entre nosotros, y el ruido de los aparatos de sonido, el volumen infernal que acaba destrozando el silencio, rebota en las paredes con la misma fuerza que una bala perdida en el interior de un carro de combate. Aun así me gusta mi vivienda (no me atrevo a llamarla casa), y dedico la mayor parte de mi tiempo libre a tumbarme en cualquiera de sus esquinas. Antes, a través de sus ventanas, disfrutábamos de un pequeño bosque de plátanos y de unos pinos más antiguos que cualquiera de nuestros antiguos vecinos; ahora, la línea subterránea del metro y un futuro aparcamiento de automóviles, han despejado el paisaje. No obstante, el calor humano siempre nos salva; a veces, cuando entre todos logramos destejer una sonrisa o elegir entre las formas indistintas de lo humano, nos acercamos por fin a los que habitan.

En el habitar -escribió Martin Heidegger- descansa el ser del hombre, y descansa en el sentido del residir de los mortales en la tierra. Habitar: haber sido llevado a la paz, apriscado en lo libre que cuida toda cosa llevándola a su esencia. Aunque, claro está, a la mayoría de los arquitectos les importa una higa el olvido del ser, y no digamos ya el precio imposible de la vivienda. Construir, para Heidegger, era propiamente habitar porque para él se trataba de un proceso que debía procurar el crecimiento de los humanos. Humanos creciendo como plantas en hogares verdaderos. Humanos a buen recaudo, rodeados de significado.

¿Significado? Podría parecer que las urgencias de los más necesitados no dejan lugar alguno para hablar de significado.

Contra el arte de la arquitectura -señala Félix de Azúa- suelen emplearse argumentos que hablan de la urgencia con la que debe darse techo a las pobres gentes, etc. Pero es un argumento que sólo aparece cuando ya ha comenzado a trabajar la empresa constructora. Nunca antes. La empresa constructora siempre tiene prisa. Los resultados suelen ser apresurados.

El Wittgenstein arquitecto, por el contrario, construyó una hermosa casa para su hermana, una casa filosófica, habitable; pero Wittgenstein tenía muy claro en qué sentido se desarrollaba ya la arquitectura:

La arquitectura existe para inmortalizar o glorificar alguna cosa. Así que mal puede haber arquitectura cuando no queda nada para glorificar.

Entre los efectos especiales de Frank Gehry y compañía, y las distintas variedades de almacenamiento humano, se desarrolla el decorado del teatro del mundo. Dudo mucho que, en mi vivienda, rodeado de todas las formas posibles de ruido, en un espacio levantado a espaldas de un programa significativo que le dote de sentido, ajeno al lugar donde se alza, pueda alcanzar en algún momento la paz deseada. Aunque al menos, como consuelo, mientras los ángeles del andamio perforan la tierra o inventan toneladas de cemento, podré disfrutar de mi primera cosecha de pimientos.

10 comentarios

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Otis B. Driftwood -

Pues tienes toda la razón, es un olvido imperdonable, sobre todo después de haber vivido allí.

Su protesta queda anotada ;-) Mis disculpas.

itn -

Otis, si circundas la Catedral de Colonia y hablas de arquitectura no te puedo perdonar que no menciones el Museo Ludwig. Tal vez lo digo porque me gusta mucho, es una magnifica construcción y forma parte (aunque más discretamente) del contraste del que hablas. El contenido y su estructura interna también son muy interesantes.

itn -

Estoy entre Carballo Torto y Cayetano: No dejo de pasar diariamente por aqui.
Paso y no digo nada, con lo que esta harta mi paisana "roble encorvado" o paso y digo cosas muy lejos de la altura como bien comenta el Sr Lupeña.
Hoy además de leer y comentar me tomaré un mojito de tu hierbabuena.

Otis B. Driftwood -

El concepto de habitabilidad es inherente al de Arquitectura, tanto en su concepto de ciencia como en el de arte, pero ambos no deberían ser mutuamente excluyentes. Hace bastante tiempo discutía con una amiga sobre eso, hablando precisamente de los destrozos de los bombardeos aliados en Colonia durante la SGM. Del centro histórico prácticamente sólo quedó en pie la catedral y la iglesia de San Martín el Grande. Parte del resto fue reconstruido a la manera clásica, pero lo que se levantó en su mayoría fueron edificios modernos, rápidos y funcionales, de construcción apresurada para que la gente pudiera tener de nuevo un techo sobre sus cabezas. Aquello produjo un curioso contraste que perdura hasta hoy: mirando hacia un lado, el esplendor gótico de la catedral. Volviendo la cabeza apenas cuarenta y cinco grados (a la izquierda), el puente Hohenzollern, que une Colonia con Deutz (hoy, parte de la ciudad); otros cuarenta y cinco grados, la estación de tren, situada a un nivel más bajo en el suelo, con su fachada acristalada y sus anuncios de 4711 junto a los de Body Shop. Otro pequeño giro para toparnos con la City, pulmón económico-televisivo de la Renania del Norte, y otro más, éste en ángulo recto, vemos la Hohestrasse, que junto a la Schildergasse conforman la calle comercial más transitada de Europa, con tiendas y negocios de todo pelo y ni un sólo edificio anterior a 1945 (bueno, hay una pequeña iglesia en el medio, si mal no recuerdo).

La discusión venía, a todo ésto, sobre si había que primar la habitabilidad por encima de la estética o al revés, y llegamos a la (triste) conclusión de que cuando necesitas un lugar para guarecerte de la lluvia tan rápido como sea posible, la estética es el concepto que más abandonado se deja, porque limita la velocidad y, teóricamente, la funcionalidad. El problema es el aspecto que las ciudades adoptan si esa manera de pensar se vuelve sistemática, lo que hace que se me venga a la cabeza una vez más el libro "Momo", de Michael Ende (alemán, por cierto), donde se veían esas hileras de casas, interminables, grises como los ladrones de tiempo, baratas y caducas, donde se puede residir (wohnen) pero raramente se vive (leben). Me viene a la cabeza el nuevo edificio del Seminario en Sevilla, horrorosamente feo pero que para un arquitecto es de una belleza que a mí se me escapa. Tú mismo podrás recordar cómo mi amiga miraba fascinada la ampliación del Reina Sofía, apenas a unos metros de donde nos tomábamos el café, y en cambio consideraba un fraude el Guggenheim bilbaíno porque esos elementos tan rompedores no se sostienen por sí solos, sino que necesitan de columnas y soportales para no caerse.
Yo llego a la conclusión, tras este desmedido y divagante pensamiento, que la arquitectura es un arte, pero la habitabilidad es otro bien distinto que no se estudia en las escuelas, sino que reside en el alma (o su equivalente desde el punto de vista agnóstico). Por eso tú puedes cultivar pimientos en tu terraza, mientras otros se limitan a tapar la bombona de butano cuando llueve. Igual miras a tu derecha y ves un tapete en el suelo de otro balcón, con niños jugando sobre él, o en verano con esa piscina naranja de plástico, haciendo de ella su mundo submarino y ellos del comandante Cousteau, aunque ni sepan quién era. Aquí apenas hay balcones en los bloques de pisos: lo inclemente del tiempo los hace poco habitables, pero a cambio podemos ver decoraciones de lo más variopinto en los grandes cristales de las ventanas (la luz, ay, la luz, amigo Enrique... qué importantísima es cuando no se tiene), móviles colgados en las habitaciones de los críos, plantas sostenidas sobre armazones de metal que se van cambiando según la época, árboles de colores para expresar amor o admiración cuando llega mayo... En las zonas urbanas de los países árabes, mediterráneos, la habitabilidad está en las azoteas, por ejemplo, donde no sólo se tiende la ropa como vemos en las películas de espías, sino que se reunen familias inmensas a comer, a contactar... a vivir la vida, cuando las locuras de uno o las bombas de otros les dejan. En Estados Unidos son las barbacoas y los patios traseros, en los suburbios, o los escaparates y las luces en la gran ciudad. Sí, son dos maneras de arte (o de ciencia) bien diferentes. Una requiere, además de talento, estudio. De la otra somos aprendices constantes, maestros imperfectos y, sobre todo, nuestros únicos y mejores críticos. O los menos malos, quizá.

Un abrazo, amigo. Hoy la lluvia me soltó la lengua. Y los deditos :-)

Enrique -

Te sigo la pista, Cayetano. Te persigo por la Red: no dejas de sorprenderme. También necesito calma para leer y analizar todo lo que dejaste ayer en Libro de Notas. ¿La Red Alternativa? Si el tiempo me acompaña este fin de semana, tengo intención de escribir algo sobre ello; ya veremos. Los últimos artículos fueron más densos, más trabajados, porque disfrute de la inactividad laboral del periodo de vacaciones. Toda la noche (sí, digo bien: toda la noche) para mí y para mis apuntes. Trabajo con citas porque (como el amigo Panero) también necesito que se me escuche; pero también porque estoy en pleno proceso de aprendizaje. Quizás algún día decida soltarme y empezar a pensar por mí mismo. Gracias por tu apunte en "humanidades": ya lo había visto antes. Lo dicho: te sigo la pista, amigo. Un abrazo.

Cayetano -

Enrique deja rastros, sus artículos son densos y hermosos. Hacer un comentario a éste u otros textos requiere tiempo, al menos para ponerse su altura. Con todo un regalo y un bálsamo que cura la mediocridad.

Tambien deja rastros en otros lugares. Por ejemplo:

http://groups.google.es/groups?selm=a764aa49.0409110736.38ace99f%40posting.google.com&output=gplain

Enrique -

¿Molestia? Por favor... Rastros como el tuyo hacen que esto tenga sentido. Gracias por tu presencia. Compartiré contigo mi cosecha de pimientos. Un saludo.

Carballo Torto -

Un leve rastro de mi paso por aquí, porque estoy harta de ver cómo pasa la gente sin dejar rastro por los lugares donde hasta un rastro se agradece.

(Gracias, Laura.)

Y poco que añadir, salvo que enhorabuena por esos pimientos. Seguiré por aquí, si no es molestia.